Cuando en 1976 fue secuestrada, Emilce Moler tenía 17 años, era estudiante de quinto año del Bachillerato de Bellas Artes de la ciudad de La Plata y militaba en la UES. Explicó qué es ser una sobreviviente.

El 16 de septiembre de 1976 marcó una herida indeleble en la historia argentina. En “La Noche de los Lápices”, tal como se denominó, la Dictadura Militar secuestró a diez estudiantes platenses, en su mayoría militantes de la UES (Unión de Estudiantes Secundarios).

Claudia Falcone, María Clara Ciocchini, Claudio de Acha, Francisco López Muntaner, Daniel Racero y Horacio Ungaro siguen desaparecidos, mientras que Gustavo Calotti, Pablo Díaz, Patricia Miranda y Emilce Moler son los cuatro sobrevivientes de ese horror.

“Hombres armados y encapuchados que se identificaron como del Ejército Argentino me secuestraron de la casa de mis padres. Yo tenía diecisiete años, era estudiante de quinto año del Bachillerato de Bellas Artes de la ciudad de La Plata y militante de la Unión de Estudiantes Secundario (UES). Estuve detenida-desaparecida en tres centros clandestinos de detención: el Pozo de Arana, el Pozo de Quilmes y la Comisaría de Valentín Alsina, en Lanús, en los que sufrí distintos vejámenes; hasta que en enero de 1977 entré como presa legal a la cárcel de Villa Devoto, de la que salí a los diecinueve años con régimen de libertad vigilada”, rememora Moler en “La larga noche de los lápices. Relatos de una sobreviviente” (Editorial Marea).