Científicos identificaron estructuras de gas y comunidades biológicas excepcionales, lo que revela vínculos entre distintos hábitats del océano polar
Un equipo de científicos realizó un sorprendente descubrimiento en las oscuras profundidades del océano Ártico: un paisaje oculto de “hielo inflamable” y vida en condiciones extremas. A 3.640 metros en la dorsal de Molloy, los investigadores hallaron los llamados “montículos Freya”, estructuras formadas por hidratos de gas. Se trata de sólidos cristalinos de agua y gas creados bajo alta presión que albergan ecosistemas únicos repletos de gusanos tubulares y caracoles.
Este hallazgo representa los depósitos de hidratos más profundos conocidos hasta la fecha a nivel mundial, lo que ofrece una visión inédita de cómo la vida logra prosperar alimentándose de metano y petróleo en uno de los entornos más remotos del planeta. Los detalles de este hallazgo fueron presentados en un estudio publicado recientemente en la revista científica Nature Communications.
La investigación no solo documenta la existencia de estas formaciones geológicas ultraprofundas, sino que también destaca su importancia para comprender mejor los ciclos del carbono en el océano y la conexión ecológica entre los distintos hábitats del mar profundo, en un momento clave donde el cambio climático y la minería submarina plantean nuevos desafíos para la conservación del Ártico.
Ecosistemas abisales con conexiones inesperadas
El estudio revela que los montículos Freya, situados a una profundidad abismal de 3.640 metros, son estructuras dinámicas con morfologías complejas que evidencian un ciclo continuo de crecimiento y derrumbe. Lo sorprendente de estos depósitos es su intensa actividad: emiten columnas de burbujas de metano que logran ascender a través del agua hasta quedar a solo 300 metros de la superficie, una altura inusual para este tipo de sistemas profundos.
Los análisis químicos realizados por el equipo de científicos confirmaron que los hidratos almacenan gas de origen “termogénico” (producido por calor y presión en el subsuelo) y detectaron rastros de petróleo crudo. Este petróleo proviene de una roca madre relativamente joven, formada durante el periodo Mioceno en antiguos lagos de agua entre dulce y salada, un entorno muy diferente al océano actual.
La vida prospera en estos montículos gracias a la quimiosíntesis, un proceso donde los organismos obtienen energía de reacciones químicas en lugar del sol. Estas comunidades incluyen especies adaptadas a condiciones extremas, como gusanos tubulares, pequeños caracoles y crustáceos anfípodos.
Un hallazgo clave del análisis biológico es que esta fauna se parece más a la que habita en las profundas chimeneas volcánicas (o fuentes hidrotermales) del Ártico, como el campo Jøtul en la dorsal de Knipovich, que a la de otros filtraderos de metano que se encuentran a menor altitud bajo el mar. Esto sugiere que la profundidad juega un papel más importante que el tipo de fuente química en la composición de estas comunidades.
Finalmente, los autores subrayan la importancia ecológica de este descubrimiento. La existencia de especies compartidas entre los fríos filtraderos de metano y las calientes fuentes hidrotermales sugiere que existe una “autopista” ecológica que conecta estos hábitats remotos. Entender esta conectividad es vital, advierten los científicos, para “evaluar la vulnerabilidad de estos ecosistemas frente a la explotación de recursos en la región”, especialmente ante el avance de posibles actividades de minería submarina en el Ártico.
Este descubrimiento es crucial para el estudio del cambio climático porque los hidratos de gas actúan como gigantescos reservorios de carbono que, si se desestabilizan por el calentamiento de los océanos, pueden liberar metano, un potente gas de efecto invernadero. La investigación documenta que las aguas profundas del Mar de Groenlandia se están calentando, y aunque los montículos Freya están a gran profundidad, sus burbujas de gas ya logran ascender inusualmente alto, a solo 300 metros de la superficie. Comprender la estabilidad de estos depósitos es vital para predecir si, en un futuro más cálido, podrían convertirse en una fuente masiva de emisiones que acelere aún más el calentamiento global.
Fuente: Infobae

